sábado, 6 de marzo de 2010

SERGIO FORCADELL, en directo



A mí los chinos en general me caen bien y los que trabajan en los restaurantes y tiendas del país, aún mejor, pues son personas que se han fajado durante muchos años contra el viento de una cultura muy diferente y la marea de un idioma sumamente complejo y por ello se han ganado un sitial en el comercio y la gastronomía dominicana.

¿Qué sería de nosotros sin el chino que cierra muy de noche -que quiele complal el señol- atendiendo solícitamente el último cliente del día; qué sería de nosotros también sin el popular y socorrido chofán, el riquísimo cerdo agridulce o los maravillosos egg rolls? por poner unos ejemplos de los platos más populares, o el increíble pato pequinés en el otro extremo de las delicias chinas.

No podemos imaginárnoslo ni por un momento. Mejor que el mundo se pare o tomemos cicuta como lo hizo Sócrates, porque además de ser una cocina tan rica, variada y exótica, es una sabrosa alternativa a la pizza, a la hamburguesa, al picapollo nativo, a la pobre salchicha convertida por los gringos en perro caliente y, sobre todo, a tantos restaurantes súper caros que ahora abundan, donde la pequeñez de las porciones servidas son inversamente proporcionales al monto de sus precios, y a los que la mayoría de los mortales sólo podemos acceder cuando nos toca la loto.

Además, esta laboriosa comunidad ha logrado agruparse de manera eficaz y hacer realidad un floreciente barrio chino en un tramo muy característico de la Duarte y sus alrededores, al que se entra y se sale por una fachada típicamente china y se concentran una notable cantidad de tiendas, bazares, súper mercados, comedores, etc. y hacia donde está afluyendo una cada vez más considerable cantidad de turistas que gustan de lo oriental.

Pues bien, ahora resulta que por un quítame esas pajas, que es un quítame esos parqueos por parte del Ayuntamiento, no se permite estacionar en ese tramo de lunes a viernes por el tema de la circulación, dicen, y por ese asunto el barrio chino peligra, así como suena y sin exagerar, porque sin parqueos en un país hipermotorizado como el nuestro no somos nada ni nadie.

Nos parece que es una medida demasiado drástica y que debería revisarse, pues la realidad del día a día demuestra que sí se puede parquear fuera de los fines de semana a ambos lados y circular sin peligro y de manera fluida por el centro de la avenida. En la calle Benito González, con mucho mayor flujo de tráfico, se estacionan en dos y hasta en tres filas y no pasa nada. ¿Se imaginan que sucedería si el barrio chino agonizara hasta su inanición por unos estacionamientos? ¿Cuánto trabajo, cuántos esfuerzos, cuántas inversiones, cuántos sueños borrados por una decisión municipal que puede reconsiderarse?

¿Por qué el Ayuntamiento no hace una prueba de carácter provisional durante seis meses y luego hablamos, como dicen los políticos? ¿Por qué no acortan las aceras medio metro de lado y lado? ¡ O lo que sea, cuando nos interesa, la capacidad de inventiva nos sobra!

Señor síndico, señores munícipes... por favor, siéntense con Doña Rosa, la inteligente Emperatriz del barrio chino, hablen y fúmense o mejor dicho, cómanse, el chofán de la paz y solucionen ese problema. Los amantes del pollo a lo general Tao, de la sopa agripicante y de tantos platos suculentos - y a buenos precios - así como las amas de casa que con toda razón hacen huelga de cocina cerrada los sábados y domingos, quedaremos agradecidos eternamente.

Hace tiempo que los chinos abrieron sus murallas físicas y mentales al mundo, no les encerremos ahora a ellos con una tan simple de unos parqueos viejos, como bien decimos por aquí.

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