sábado, 25 de septiembre de 2010

La Inmigración Amarilla

LECTURAS CONVERSANDO CON EL TIEMPO POR JOSÉ DEL CASTILLO PICHARDO

Grabado chino mostrando un “prototipo” de nave propulsada por cohetes (siglo XVI)

La Inmigración Amarilla

Con ese título publiqué hace ya 30 años en el vespertino Última Hora mi columna semanal Agenda, el 29 de febrero de 1980. Como merecido homenaje al aporte de una etnia que he admirado desde niño, cuando explotaba efusivo los mazos de cohetes fabricados en pequeños cilindros enrollados de papel periódico impreso con caracteres del alfabeto chino, empaquetados en celofán de colores rojo, amarillo, azul y verde con un gallo como emblema de marca. Ya en la calle Eugenio Perdomo, La Trinitaria o la Martín Puche, la Navidad era sinónimo de pólvora china que todavía olfateo penetrante su entrañable olor, atrapado en el tren de la nostalgia. Luego del repique del estallido múltiple, yacían sobre el suelo los caracteres mandarines desparramados cual sopa de letras Campbell. 

Ya en la guagua 5/3 de La Salle compartiendo con los Joa sancarleños, jugando en casa de Ricardo, degustando donde Meng o situado en el parque enamorado de Mithila. Ella, una hembra empantalonada de cuerpo grácil, con ese pelo negro picadito y un rostro bello aceitunado con expresión de chico malo. Al volante en su Chevrolet Impala, tenía a medio barrio enloquecido, esta suerte de James Dean versión mujer.

El texto fue recogido en la obra Ensayos de Sociología Dominicana, con dos ediciones (Siboney 1981, Taller 1984) y tiraje de 6 mil 300 ejemplares. Hoy lo transcribo intacto y dice así:

"Los chinos empezaron a llegar en grandes contingentes a las tierras americanas a mediados del siglo XIX, como consecuencia de la crisis de brazos que afectó a numerosas economías de plantación. Llegaron en calidad de siervos contratados a laborar en los ingenios del Caribe y de Perú, y en los depósitos de guano de las islas Chinchas

Campamento de trabajadores chinos en las Islas de Chincha, Perú

A nuestro país arribaron en los inicios de este siglo (XX) en proporciones modestas, ocupándose como pinches de cocina y sirvientes domésticos. Como resultado de la prohibición de la trata negrera por parte de los ingleses, en 1807, y de los franceses, en 1831, y especialmente de la persecución tenaz emprendida por la flota británica contra los barcos negreros, el tráfico de esclavos se hizo más riesgoso como empresa económica. Ello trajo aparejado el encarecimiento de la mercancía que se comerciaba y mayores dificultades para su obtención. Fue el caso de Cuba, donde desde 1847, bajo el patrocinio de la Junta de Fomento, se introdujeron unos 150,000 chinos que se esparcieron en las zonas azucareras de la provincia de La Habana y de Matanzas.

Peón chino
"En Perú donde la esclavitud negra fue abolida efectivamente en 1855, los chinos ingresaron entre 1849 y 1874, sumando unos 80,000 registrados en el puerto de Callao. Fueron empleados en los ingenios de la costa y en la explotación de guano, bajo contratos por 8 años de duración y un salario mensual de 4 soles, más los gastos de manutención, ropa y asistencia médica. A cambio de esto los chinos demostraron ser excelentes operarios de jornadas de 18 horas diarias.

En Cuba, el contrato comprendía 8 años de duración y un salario de 3 pesos mensuales y la manutención. A las personas comprendidas bajo esta forma de regimentación laboral, basada en la servidumbre contratada, se les denominó culíes y en inglés coolies. No sólo los chinos estuvieron afectados por la misma, sino que los indios (de la India) y polinesios engrosaron las filas de culíes que vinieron a trabajar a estas latitudes.

Grabado de la segunda mitad del siglo XIX. Explotación del guano en Perú.
Portal Antehistoria.com.

"En Cuba los culíes chinos fueron conocidos como chinos manila y en Perú se les identificó como chinos macao, en alusión a su presunta procedencia. Fernando Ortiz, en su estudio sobre las etnias que concurrieron a la forja de la cultura cubana y en especial a lo que él denominaba 'la mala vida' -o sea, las conductas delictivas- atribuye al chino esta nada envidiable aportación: 'La raza amarilla trajo la embriaguez por el opio, sus vicios homosexuales y otras refinadas corrupciones de su secular civilización'.
http://es.wikipedia.org/wiki/Cul%C3%AD
 "Aparte de Cuba y Perú, otros países requirieron la presencia del culí chino en sus faenas laborales: Jamaica, Trinidad y la Guayana Británica introdujeron decenas de miles de chinos, como forma de paliar el déficit de mano de obra ocasionado por la abolición de la esclavitud en estas posesiones inglesas, junto a contingentes superiores de culíes indios. Esta inmigración se produjo desde 1844 y los culíes eran vendidos por cinco años, a precios que oscilaban entre los 70 y 80 pesos. Posteriormente, los chinos aparecerían en el escenario norteamericano en los trabajos de construcción de las vías férreas, en el laboreo de las minas, como un ingrediente más de la policromía del Oeste. Y su diminuta figura se haría familiar en el Canal de Panamá.




"En nuestro país, contamos con noticias de la presencia china desde los inicios de este siglo (léase s. XX). Ya en 1915, las autoridades resolvían negar el permiso de ingreso a 22 chinos que lo solicitaban desde Puerto Rico, aclarando que se hacía "en vista de la abundancia de residentes chinos en toda la República, y, a pesar de conocer que no son ellos los peores inmigrantes". Sin embargo, las autoridades de ocupación norteamericanas fueron más liberales en lo concerniente a la recepción de chinos, a pesar de que la ley de inmigración de 1912 los incluía dentro de la relación de inmigrantes restringidos. Entre 1916 y 1919 ingresaron al país 75 chinos, de acuerdo a un reporte oficial. Muchos oficiales militares norteamericanos, diplomáticos y funcionarios de la Receptoría de Aduanas preferían tenerlos en calidad de sirvientes y cocineros, trayéndolos desde otros países de la región. Al mismo tiempo, los chinos ya residentes, prevaliéndose de sus vinculaciones con estas autoridades, gestionaron la autorización de ingreso para parientes suyos radicados en otras islas del Caribe.


"Posteriormente, el ingreso de los chinos se facilitaría, radicándose en Santo Domingo y diversas ciudades del Cibao. Fuera de las ocupaciones antes señaladas, los chinos se dedicarían a la especializada tarea del lavado y planchado de ropa, estableciendo lavanderías públicas que prontamente se acreditarían por el esmero y pulcritud de resultados. Las líneas de pastelería y panadería se verían beneficiadas con la incorporación del talento oriental, popularizándose los pasteles de ciruela, los bizcochos y el pan centeno. Los emparedados hechos en estos locales, de pollo, de jamón planchado, y completados con lechuga y tomate, harían las delicias de un público ávido de calidad. En los restaurantes, los chinos implantarían su señorío con la introducción de sus platos de arroces, sus vegetales, sus sopas y pescados. El arroz frito con pollo, el chicharrón de pollo y otras variedades de empanizados alcanzarían amplia aceptación gracias a la pericia culinaria de los "amarillos".

"Como una forma de proveer sus propios establecimientos y además vender al público, los chinos se dedicaron al fomento de la siembra de hortalizas, en la periferia de las ciudades. En Santo Domingo desarrollaron la siembra de rábanos, lechuga, repollo chino, nabos, zanahoria, pepinos y verduras como cilantro, puerro, que alimentaban con estiércol de los caballos de las estancias circundantes y beneficiaban con el uso de regaderas manuales. Estas hortalizas eran vendidas por pregoneros ambulantes, cargados de dos canastos pendiendo de los extremos de un palo soportado en las espaldas.

"Más adelante, los chinos ganaron terreno en el negocio de hoteles de ocasión y más recientemente en los moteles, donde la prontitud en la atención y su discreción oriental parecen ser las claves de su éxito. Los supermercados chinos, que se distribuyen en la Duarte, la San Martín y otras calles comerciales, han llevado al consumidor una gama de precios más atractivos que los acerca a los sectores populares.

"En los días que discurren (léase década del 80) la inmigración china se ha incrementado. Se trata de empresarios que han decidido trasladarse a tierras americanas, invirtiendo capitales en lugares más seguros. Tras el reconocimiento de China continental por parte de Estados Unidos y el desplazamiento de China nacionalista de las Naciones Unidas, la incertidumbre se ha apoderado de numerosos empresarios chinos. Fábricas completas han sido desmanteladas para ser trasladadas hacia lugares menos vulnerables. La República Dominicana ha recibido una cuota cada vez más significativa de estos empresarios. Sus inversiones se han orientado hacia la alta hotelería -que se inició con la adquisición de El Embajador- y se encaminan hacia el sector industrial con el paquete empresarial que se proyecta en San Pedro de Macorís. Este último proceso marca el cambio fundamental que se ha operado en la inmigración china. De culíes contratados para pesadas y prolongadas jornadas a capitanes del mundo empresarial."


Rosa Ng, Presidenta de la Fundación Flor para Todos, Inc., junto a nuevas generaciones de
inmigrantes chinos en Santo Domingo.



Al releer este material redactado tres décadas atrás, ahora a la luz de otros datos referidos en el artículo "Chu Chu Tren Chino" del sábado pasado, habría que agregarle los aludidos registros censales de los chinos en Puerto Plata en el último cuarto del siglo XIX, las citas sobre estos nacionales en Santiago que ofrece Arturo Bueno en su libro y otras que no transcribí de Pedro R. Batista en su obra Santiago a Principios de Siglo. Quien afirma que esta inmigración creció y procreó con dominicanas, llegando "a formar una muy estimada colonia que se distingue por su laboriosidad, pacífica, amistosa y decente convivencia". Asimismo los censos del siglo XX situaron a los chinos en una lenta progresión demográfica: 255 en 1920, 312 en 1935, 455 en 1950. Cincuenta años más tarde, en 2002, el censo arrojó 607 nacidos en China continental, 542 en Taiwán y 43 en Hong Kong.


Celebración del año nuevo chino 2009, Año del Buey, en el Barrio Chino de Santo Domingo.
Pero la percepción que se tiene es de un notorio incremento de esta inmigración en las últimas décadas. Atraída por el dinamismo económico y las oportunidades de negocios, las facilidades de naturalización y el chance de emigrar a EEUU. Ya aplicando bajo la cuota dominicana los naturalizados -dada la saturación de la cuota china. Ya como parte de nuestro bien organizado sistema de viajes ilegales. La visibilidad en los servicios de atención al público -como expresos de comida, tradings, joyerías, computiendas, uñas acrílicas-, la apertura del Barrio Chino y la expansión del comercio bilateral (1,001 Taiwán, 416 RPCh y 83 H.Kong: US$ millones en 2008) y el turismo, auguran que habrá más "amarillos". Esto, sin contar profesionales y ejecutivos altamente calificados. Enhorabuena.


De JOSÉ DEL CASTILLO PICHARDO
Agenda, Última Hora, el 29 de febrero de 1980

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